(sic) 09/12

Con esta novena entrega, (sic) societat i cultura inicia el último tercio de su andadura. La trayectoria recorrida hasta ahora muestra con claridad la línea conceptual y gráfica de este proyecto expositivo que toma forma en una publicación periódica durante doce semanas. La intensidad de su realización es un proceso real, un aprendizaje continuo y un reto ante cada nueva entrega, siempre influida por las anteriores y por la información que se va sumando al conocimiento general y siempre incompleto de este barrio profundo. Gran parte de las colaboraciones de (sic) 09/12 reflexionan de forma concreta sobre el concepto, amplio y poliédrico, de la identidad. Joan Oleaque repasa la historia del asentamiento gitano en el País Valencià y su implicación en Velluters, así como la pérdida del rastro actual en esta zona de la ciudad. La abogada y Presidenta del Partido Feminista de España, Lidia Falcón, hace una crónica crítica y sin tapujos del avatar judicial que supuso la denuncia interpuesta por la Plataforma Cívica Valenciana contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres y Menores. Entre otros colectivos, en ésta se integra una parte de la comunidad vecinal de Velluters, muy sensibilizada con el grave problema de las mafias de prostitución asentadas, pareciera que in secula seculorum, en la intersección de varias calles del barrio.
Desde otra perspectiva, Maria Josep Serra visibiliza la problemática del estado de conservación y de conocimiento ciudadano del Colegio Mayor del Arte de la Seda, emblema del barrio y que (sic) ya le ha dedicado atención en otros artículos. El patrimonio también es la intención principal del profuso artículo del antropólogo y campaner Francesc Llop, quien nos desvela los secretos más valiosos de otra joya de Velluters, la ermita de Santa Llúcia, en estado de rehabilitación urgente. Recuperamos un artículo de Juan Manuel Vera Selma Primera biblioteca, publicado en el año 1992 en la revista ARCHIVAL. En él se relata de manera literaria lo que significó para gran parte de los vecinos de la zona el quiosco del señor Alfonso, situado en la calle Maldonado, nº 12, lugar que despertó el interés del autor por la cultura y el conocimiento. El domingo 31 de enero, a las 11’30h, Juan Manuel Vera Selma nos lleva por las calles de Velluters en una visita guiada que avivará el interés y conocimiento de rincones y edificios emblemáticos. Se completa (sic) 09/12 con la entrevista de Francesc Pérez i Moragón a Doro Balaguer (Valencia, 1931), pintor, escritor y activista político, que vivió Velluters como un barrio de adopción durante los duros años de la posguerra.

BARRIO DELS VELLUTERS. Lidia Falcón
En la encrucijada de callejuelas que forman el barrio dels Velluters se amontonan todas las miserias humanas. La pobreza, las agresiones sexuales, la brutalidad, la explotación económica, la codicia, la insolidaridad. En unos cuantos metros, decenas de bares inmundos exhiben mujeres de todas las edades, especialmente las más jóvenes, con los atuendos que muestran los atractivos de una mercancía siempre al servicio del cliente. La obscenidad del espectáculo permanente, sin descanso ni para la vista ni para las emociones, hastió finalmente a los vecinos que se reunieron en una plataforma con otras entidades para intentar que un poco de justicia y equidad se impartieran para las víctimas. La Plataforma Cívica Valenciana contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres y Menores que agrupa entre otras asociaciones a la Comunidad de Vecinos del Barri dels Velluters, a la Intersindical Valenciana y al Partit Feminista Valenciá y en consecuencia representa no sólo al barrio sino a muchos otros ciudadanos cuya conciencia social no se halla todavía anestesiada. En las asambleas que se celebraron se explicó por parte de las activistas que habían trabajado durante mucho tiempo por acabar con el tráfico de mujeres en la ciudad, que presentadas numerosas denuncias ante el Ayuntamiento de Valencia que habían dado como resultado una decidida y leal investigación por parte de la Policía local, únicamente se había conseguido del Consistorio que se ordenara a los locales cerrar la puerta que comunicaba el bar con una escalera que subía hasta las habitaciones, ya que estos locales no poseían licencia ni de hotel ni de meublé.

EL ALMA DE VELLUTERS. Maria Josep Serra
Una amiga que se despertaba cada mañana mirando un gran edificio en ruinas situado frente a su casa, me dio el titular del artículo, sin saber entonces, ni ella ni yo, que meses después escribiría sobre su historia y lo que ha representado para Valencia desde el siglo XV. Fue durante la primavera pasada. Antonia me mostraba su nueva casa en la calle del Museo de la Seda, y me hablaba entusiasmada de las hermosas vistas que tenía de los jardines de la Biblioteca de Valencia, en la calle del Hospital, cuando le pregunté sobre el edificio que veía frente a su balcón y que estaba lleno de escombros a su alrededor. ¡Es una vergüenza para los valencianos!, me dijo enojada. ¿Pero qué es?, le insistí ignorante de la importancia del inmueble. Era y es el Alma de Velluters, el Colegio del Arte Mayor de la Seda. El Rey Juan Carlos lo declaró monumento histórico-artístico en el año 1981, y la Generalitat Valenciana lo incluyó en su colección museográfica permanente en 1995. Pero de nada sirvieron, y el declive de la casa y su huerto, como se la conoce, es imparable, a menos que se ordenen de inmediato las obras del proyecto de rehabilitación, restauración, y conservación aprobado hace dos años, y cuyo presupuesto supera el millón de euros. He pasado algún tiempo fuera de España, pero a finales de la década de los 80 realicé varios reportajes sobre el centro histórico de Valencia para el diario El País, pero reconozco que Velluters, uno de los cinco barrios que componen el casco antiguo, sólo era noticia cuando se movilizaban, justificadamente, los vecinos para denunciar la prostitución, el tráfico de drogas y la delincuencia.

PRIMERA BIBLIOTECA. Juan Manuel Vera Selma (Texto publicado en la revista ARCHIVAL julio-agosto 1992)
Nos deteníamos unos minutos ante el escaparate de la entrada, atraída nuestra mirada por la infinidad de revistas sujetas por los pelos con pinzas. Allí permanecíamos embelesados ante las fotografías de los famosos, las últimas portadas de El guerrero del antifaz, un modelo nuevo de sacapuntas. En algún momento se entreabría la puerta de cristales tras los cuales pendían ejemplares atravesados de revistas del corazón y por un instante vislumbrábamos la pequeña tienda envuelta en una luz amarillenta, al señor Alfonso tras el mostrador buscando entre los montones, a los clientes de pie pasando páginas o sentados en sillas, descansando tras la compra el Mercado Central, conversando o devorando una novelita. Al fondo, un estrecho pasillo que parecía interminable prometía lectura para toda la vida. Se cerraba la puerta de nuevo y uno regresaba a la realidad, asomaba la cabeza al exterior y al ver a su pandilla perderse calle abajo salía corriendo. Otras veces la fascinación surgía durante el regreso con la madre o la abuela, a las que habíamos acompañado al mercado, hasta que éramos requeridos por su voz, que ya andaba por la esquina, para reanudar nuestro camino. O en una de esas primeras vueltas del colegio a solas, por la tarde, cuando la curiosidad y el temor nos hacían descubrir rostros y portales que con el tiempo se harían familiares. Entonces el escaparate y la puerta nos hacían olvidar la merienda, el programa de televisión, la hora transcurriendo en un reloj que seguramente no llevábamos porque había sido regalo de la Primera Comunión y no era cuestión de estropearlo o de que nos lo quitaran.

GITANOS EN EL CORAZÓN DE VALENCIA. Joan M. Oleaque
Hay aún quien se sorprende al escuchar que el pueblo gitano forma parte vertebral de nuestras mayores ciudades desde que el tiempo empezó a contarse. Muchos payos los conciben sólo cayendo en paracaídas de miseria en las áreas metropolitanas o en los pueblos para buscarse la vida desde la transición democrática. Sin embargo, los calós están ligados a Valencia por lazos de siglos.
Hay referencias que indican la presencia de gitanos –que se dispersaban por Europa en éxodo desde la India, su tierra madre- ya en 1460. Aparecían en la zona de Castellón. Es lógico que poco después, en bajada, estuvieran ya en Valencia. En aquel tiempo, se les consideraba caminantes exóticos que eran errantes para cumplir una penitencia religiosa. Sin embargo, a finales del siglo, según los modos de gobernar España fueron más centralizados y absolutos, se les tuvo como lo contrario: gente de difícil asimilación que impedía el control total de la población. La Iglesia, como estamento de poder, ayudó a una pésima catalogación casi herética de estos viajeros. Sin embargo, habían llegado para quedarse, pues su voluntad era huir de conflictos en el territorio primigenio ancestral –subcontinente indio- no para viajar sin cesar, sino para imbricarse en territorios que les resultaran de acogida.
Es por eso que pervivieron. Y es por eso que el barrio del Carmen y el de Velluters acabaron siendo habitados por gitanos. Fueron aquellos que, a mitad del siglo XX, y hasta los años 70, iban a ser referidos como “gitanos valencianos”, es decir, descendientes directos –o eso se supone- de los primeros calós que llegaron a Valencia en su tránsito a través de la Península Ibérica.

L’ERMITA DE SANTA LLÚCIA DE VALÈNCIA: PUNT D’ENCONTRES. Francesc Llop i Bayo
Potser sembla exagerat parlar d’una ermita, mig amagada entre arbres, com punt d’encontres. Però la realitat històrica i actual de l’Ermita de Santa Llúcia justifiquen la proposta.
La Confraria estava anteriorment ubicada, segons diuen, en la Catedral. Però als pocs anys de construir la muralla, el rei Martí l’Humà va autoritzar en 1399 la compra de camps junt al Portal de Torrent, per construir un temple propi i una casa per a la confraria.
L’ermita apareix, immediatament, com un nexe entre la ciutat i l’Horta, entre la cultura urbana i la cultura rural. També apareix com lloc de caritat, portada fins a l’extrem de donar part del seu hort massa extens per a la construcció d’aquell Sant Hospital General, que ara envolta l’ermita. Anualment hi havia una convocatòria per a les dones òrfenes sense capacitat econòmica, a les quals la confraria donava, públicament, una quantitat econòmica per poder triar un estat de vida. Encara queden, en l’arxiu de la casa, alguna borsa de pell, amb el nom de l’òrfena que no va recollir la seua ajuda.
També la confraria cedia part del seu edifici, a les dones públiques, durant les festes de Nostre Senyor i de la Mare de Déu, per què descansaren de la seua vida, tan atrafegada i tan poc alegre. I era la Ciutat qui pagava, cada any, les seues despeses.

ENTREVISTA AMB DORO BALAGUER, PINTOR. Francesc Pérez i Moragón
Doro Balaguer (València, 1931) va estudiar Belles Arts a la vella Escola situada al barri del Carme. La seua família tenia taller i botiga de passamaneria, un negoci del qual ell es va ocupar molts anys. Jubilat, ha tornat a pintar i fa uns mesos va publicar un llibre ple d’interés: L’esquerra agònica. Records i reflexions. És un volum de memòries combinades amb opinions sobre l’actualitat, obra d’una persona que ha viscut molt intensament l’activitat política –primer en el Partit Comunista, des dels anys 50, i després en la Unitat del Poble Valencià, ara integrada en el Bloc Nacionalista Valencià–, de la qual en l’actualitat és només un observador atent i perspicaç, però que també s’ha ocupat de moltes altres qüestions. Entre d’altres, de pintura. Balaguer estudià a la vella Escola de Belles Arts, visqué després a Madrid i a París i fou membre –un dels més destacables, al parer d’alguns crítics– del Grup Parpalló, que, fins als primers anys de la dècada de 1960, tractà de trencar l’estantís ambient artístic d’una València més provinciana que mai. Actualment està preparant una exposició antològica de la seua pintura, que es presentarà a la Fundación Chirivella-Soriano, situada en un antic palau, encertadament restaurat, precisament al barri de Velluters.
Què és per a vosté un barri?
No es pot dir que el carrer de la Sang, on vaig viure des que vaig nàixer fins els anys noranta, forme pròpiament part d’un barri. Ja és massa cèntric. Entra dins d’allò que ara es denomina “Centre Històric”, un nom que deu delimitar una zona més aviat aleatòria del centre de la ciutat, semblant, amb més o menys unitat, al d’altres ciutats, llevat de les singularitats pròpies de cada lloc. En qualsevol cas, un barri sol tenir unes característiques bastant definides: de cohesió social, de convivència veïnal, d’amistats i enemistats, de complicitats en reclamacions i protestes, d’acords i desacords en tot allò que afecta a la vida de la zona; les necessitats i les mancances són sentides per tots els veïns, que es veuen implicats en els esdeveniments de cada dia. En situacions de dificultat, són freqüents les notícies que donen idea d’actes col·lectius que mostren una resposta solidària. Els veïns fan pinya quan ho requereix una determinada demanda “pel bé del barri”. Així mateix, les ajudes individuals hi sovintegen, en favor de qui travessa uns mala situació. En certa mesura un barri és com un petit poble pel que fa a la vida comunitària que sempre resulta més estreta i més participativa que al centre de les ciutats que tenen una diversitat de zones comercials i administratives i per on viuen i circulen ciutadans desconeguts entre ells. Potser als barris comença el sentiment de pertinença que es fa extensiu a una comarca, a un país.

INTERVENCIÓN 09/12. ESCIF
Como su título anuncia, Hacer y des hacer en Velluters es una acción en dos partes. La primera de ellas fue el intento de ESCIF de realizar una obra gráfica en el muro de un solar, sito en la calle Guillem Sorolla, nº 31, con el texto: “Hacer la calle”. El aviso de un vecino precipitó la llegada de la Policía Nacional primero y de la Policía Local después quienes, sin un permiso preceptivo del Ayuntamiento de Valencia para realizarla, no podían darle autorización e invitaron al autor a que parara su acción. Tras este episodio, ocurrido el 9 de septiembre de 2009, se solicitó un permiso al negociado municipal pertinente y se recibió como respuesta la hoja oficial que figura en la página de la izquierda, con fecha de salida de 10 de octubre. En este texto, el Ayuntamiento de Valencia no autoriza la acción artística en el muro de dicho solar por no ser de su propiedad. Ante la imposibilidad de localizar a sus propietarios, ESCIF realizó la otra parte de acción consistente en repintar de gris la parte de la frase que se mantuvo algo más de un mes incompleta.
El resumen de ambos momentos se concreta aquí en diez imágenes extraídas de los vídeos que registraron las acciones, realizados por cinema-nu.com y cedidos para esta intervención. El azar, tan presente en este tipo de acciones públicas, urbanas y al margen, quiso que la acción de un día se convirtiera en una doble acción, con el tiempo de espera entremedias incluido. El título de la intervención, por lo tanto, recoge este avatar y redefine la única palabra de la frase original que llegó a completarse, incluyendo el des hacer como parte intrínseca de este ejemplo y como metáfora de una situación en Velluters demasiado tiempo demorada; un proceso de transformación y consolidación siempre incompleto.

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ESCIF. Con antecedentes en la pintura mural, su trabajo se enmarca dentro de un lenguaje urbano, articulado principalmente desde la recuperación y apropiación de espacios abandonados o en desuso. Utiliza sus intervenciones como una línea de pensamiento a través de la cual afrontar miedos, reflexiones, inquietudes y contradicciones personales.

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