(sic) 07/12

(sic) 07/12 marca la mitad más uno de los doce ejemplares previstos e inicia la bajada hacia el final, hacia una conclusión que ya se sabe inconclusa. Con el recorrido realizado hasta ahora se ha definido, creemos que de forma clara y precisa, el carácter del proyecto (sic) societat i cultura: un intento de situar la ciudad dentro del museo y, a su vez, de interpolar éste entre el barrio y, por extensión, en la ciudad. En esta línea, Ximo Ferrandis hace balance de los debes y haberes de Velluters y propone eliminar, como otras voces antes aquí convocadas, la mácula de marginación que aún sufre el barrio, a todas luces injusto. Francisco Pérez Puche recupera la vida y obra de dos personalidades que contribuyeron a la formación del barrio; Joaquín Manuel Fos, innovador y emprendedor industrial de la seda del s. XVIII, y Baltasar Simó de Vallterra, quien aportó el dinero necesario para construir la actual Iglesia de El Pilar a principios del s. XVII. Marcos Rubio, por su parte, reafirma el contraste existente entre las zonas más esplendorosas de la nueva Valencia y sus “agujeros negros”, uno de los cuales es Velluters.
La intervención gráfica de (sic) 07/12, a cargo de Ignacio París, cuestiona la morfología de avenida del Barón de Cárcer (antigua del Oeste) y su ruptura con el entramado antiguo de la ciudad al compararla a la West Street de Nueva York, con la que mantiene curiosas coincidencias. En la línea de análisis sobre la arquitectura de la zona, el arquitecto Mateo P. Palmer (Linterna 13 Arquitectos) cataloga parte de las intervenciones realizadas en los últimos años, indicando los pros y contras de algunos de los edificios más significativos, pero sin perder de vista su implicación en los planes generales de la ciudad. Se completa este ejemplar con la entrevista de Manuel Peris a Juli Leal, vecino de nacimiento de Velluters. El dramaturgo rememora la forma de vida de su infancia, las costumbres y los vecinos ya desaparecidos, al tiempo que critica la invisibilidad de los barrios antiguos en determinadas políticas generalistas.

NO ES JUSTO. Ximo Ferrandis
El barrio de Velluters hay que verlo desde arriba. Desde esas terrazas con ropa tendida, con las sabanas blancas ondeando al viento rodeadas de decenas de antenas de televisión clavadas como estandartes desafiantes. Cuando uno ha podido disfrutar de esa visión, tan sólo rota por el azulón de la cúpula de los Escolapios, toca bajar a ras de suelo y observar el barrio desde cada uno de esos rincones que se esconden tras calles y plazoletas.
Me gusta pensar que Velluters es parte del imaginario descrito por Vicent Andrés Estellés. Es un barrio donde todavía es posible tropezar con amores apasionados, donde la muerte no es un simple trámite de tránsito entre dos estadios y en cuyas calles la historia de la ciudad empapa el sudor y la saliva de sus habitantes. Me gusta pensar,  también, que es un barrio que dispone de unas infraestructuras difícilmente comparables a las de otras áreas residenciales, situado en una posición geoestratégica envidiable y con una población reducida, pero consciente de las carencias que lastran las calles donde viven y que impiden a sus habitantes mostrarse orgullosos de su entorno.
Acotado por dos grandes vías y la calle de Quart, esta almendra de poniente que forma parte del corazón de la ciudad medieval ha registrado grandes cambios. ¡Cómo no! Aunque siguen siendo insuficientes para un barrio que sigue reclamando mayor protagonismo en la ciudad. Las políticas urbanísticas de los años ochenta se mostraron confiadas en la recuperación de un área de pasado fabril notablemente degradada, pero que se creía permeable, fácil de cuadricular y bien delimitada entre la avenida del Oeste, la ronda de Guillem de Castro y la calle de Quart.

LAS RAZONES DE UN BARRIO. F. P. Puche
Nadie diría que en estas callejuelas tranquilas hubo alguna vez un ensordecedor traqueteo de telares. Nadie diría que estas casonas semiabandonadas fueron alguna vez el sustento económico de toda una ciudad. Pero es que hablamos del barrio de Velluters, una parte de la Valencia antigua que ahora vemos sin aparente personalidad y en decadencia, pero que en otro tiempo fue un barrio pujante en el trabajo y bullicioso en su forma de afrontar la vida. Donde ahora sobran ruinas y falta calidad urbana, hubo alguna vez un próspero dédalo de calles; donde el viandante intenta eludir los focos de prostitución, hubo antaño seguridad y vida placentera.
En ocasiones, y a pesar del éxito turístico que experimenta, es legítimo preguntarse a dónde podría llegar Valencia si aprendiera al fin a ser una ciudad de las que valora y sabe proyectar todos los elementos de su imponente historia. Solo en Velluters, la décima parte del suelo histórico de Valencia, se concentran elementos suficientes para hacer imprescindible una visita. Porque es el barrio ancestral de los sederos valencianos, aunque solo el MuVim tenga el detalle de mantener un telar a la vista del público. Porque es el barrio del convento que fue cuartel y luego parroquia del Pilar; el del Hospital y la antigua Facultad de Medicina, el de la Escuela Pía, y el del Colegio del Arte Mayor de la Seda.

LA CIUDAD VANIDOSA Y LOS AGUJEROS NEGROS. Marcos Rubio
Lo que no se hizo  cuando las grúas eran el progreso no parece que sea posible en estos tiempos de anorexia crediticia, Tamiflu y contracción del consumo. Urbanizaciones, adosados y segundas residencias deglutieron parte del pastel y los barrios olvidados, con solares, casas escapadas de Beirut o de la antigua Yugoslavia, población envejecida, despoblamiento, infradotaciones e inseguridad a lo más que llegaron  fue  a absorber a  algunas personas recién llegadas con pocos recursos  y a esconder en sus pliegues, entre solares y coches abandonados, a esos seres humanos marginados e invisibles  que viven en el más allá de nuestra vida rutinaria. Las grúas son ahora esqueletos prehistóricos de un tiempo muy antiguo ya incomprensible.
Si las funciones urbanas  que prefiguran  la situación de un barrio no se materializan   entones  se puede fundir la luz y el lugar desaparece del mapa. Hay zonas de  la ciudad por las que nadie pasa, llevan décadas invisibles o  pasaron a formar parte del universo  de la mitología “el barrio chino” , “ la malva”  “ “la coma”. Hace falta invertir mucho dinero para derrotar a las leyendas. (…)
Los edificios públicos deberían integrarse en el entorno, mejorarlo y sobre todo deberían responder a una utilidad general que justifique su gasto más allá de las fotos y la vanidad del arquitecto. Sobre el Ágora decía Calatrava en noviembre del 2008  que sería el centro de todo el complejo y afirmaba que su fin era ser testimonio de cualquier tipo de evento. Si alguno tenía dudas de la utilidad de semejante inversión sus palabras son definitivas “(…) reto a aquellos que tienen  fantasías a descubrir sus posibles usos” (http://www.lukor.com/not-esp/locales/0811/07151051.htm). Vamos que el ingeniero y arquitecto Calatrava no tiene ni idea  de cual es la utilidad de tan   tremendo edificio más allá de engordar su currículum y su cuenta de resultados. A mi me recuerda a la serpiente de El Principito después de comerse un elefante.¿ Cuantos millones de euros se habrá comido ya esa serpiente de hormigón y ambiciones?

INJERENCIAS EN VELLUTERS: UN PROYECTO TRANSVERSAL. Mateo P. Palmer
(…) Así se divide en dos zonas la gestión del eje y su entorno. La Generalitad Valenciana a través de la oficina RIVA se encargará de la parte norte del eje, entre la calles Quart y Camarón, y el Ayuntamiento de Valencia entre las calles Viana y Roger de Flor, gestionando de forma directa las unidades de actuación de cada ámbito. Desde este Proyecto Urbano se ha intentado controlar, en mayor o menor medida,  la ejecución de la edificación, de forma que el espíritu el proyecto urbano perdure también en la edificación. Y es aquí donde la vivienda pública de nueva planta del barrio de Velluters comienza su andadura de forma generalizada, con la vista puesta en lo que éstas deben tener como modelo de intervención edilicia, referente de calidad y estímulo para iniciativas privadas.
Con ese objetivo se asignaron las primeras viviendas de realojo en el Barrio de Velluters, por parte de AUMSA 1998-2002, a arquitectos jóvenes de reconocido prestigio, que entendieron el conjunto, la preexistencia ambiental, por encima del valor de innovación y ruptura que se presupone al acto artístico y de ahí se derivaron los edificios de viviendas situados en la calle Guillem Sorolla  nº 34, nº8 y nº3 esquina con la calle Maldonado, resolviendo con delicadeza y voluntad de integración en Velluters, sin renunciar a su contemporaneidad.
En una línea de trabajo similar están los objetivos del Instituto Valenciano de la Vivienda –IVVSA-, que a través de algunos concursos públicos y abiertos, promueve la  ejecución de viviendas de promoción pública en el eje dotacional norte-sur como el edificio de 8 viviendas de la Plaza Viriato (plaza del Conservatorio), calle En Sendra y calle Tejedores de una integrada composición y textura cromática, el edificio de 34 viviendas protegidas de la calle Carrasquer 2-14, al inicio desde la calle Quart del mencionado eje o las viviendas en la calle Arolas, calle Pintor Domingo y calle Villena un ejercicio complejo de solución de un solar de geometría complicada, con fachadas a cinco calles y variaciones normativas entre las distintas calles cuyo resultado es un proyecto de impecable volumetría y cierta voluntad de integración en su comunicación con el barrio, aunque la materialización de su fachada no le ayude.

ENTREVISTA A JULI LEAL, DRAMATURGO. Manuel Peris
“Fellini podía haber rodado Amarcord en Velluters”
Juli Leal (Valencia, 1946) es uno de los dramaturgos valencianos más relevantes de las últimas décadas. Nos sentamos en la terraza de un nuevo café que han abierto en el atzucat de la calle En Plom, a la puerta de la casa donde nació. Juli Leal está sorprendido y encantado porque el bareto se llama “El Carmen Miranda” y le cuenta al camarero la historia de la artista y la leyenda de que llevaba los tacones llenos de cocaína. Juli percibe la humedad tan especial del callejón. Dice que huele a la señora María. Y enlaza la historia con la yaya que le crió en esa casa, entre coplas de Sarita Montiel. También oía cantar a las criadas de las casas de enfrente, con ventanales a Guillen de Castro y habitaciones de servicio sobre el callejón. La abuela era cinéfila. Podía ver una película cincuenta veces y luego contarla a su manera. Entonces había sesenta cines en Valencia.  La abuela era espiritista.  “ Yo tenía cuatro  años y estaba sentado con un babero en el banco de la cocina, mientras me contaba historias de santos y de demonios. Aunque fuera atea, era fan de Santa Rita y de Sant Antoni, que para ella era buenísimo y estaba enamorado del porquet. Ella tenía clarísimo que eran pareja y le parecía ideal. De repente se quedaba parada y decía ‘Paquito qué vols?’ Paquito era un tío mío que había muerto a los 17 años de sarampión y ella le hablaba”.

INTERVENCIÓN 07/12. Ignacio París
Para (sic) 07/12, Ignacio París ha realizado dos intervenciones, una de las cuales es la que ocupa esta doble página. La segunda de ellas aparece en el cartel de la exposición y está formada por una imagen doble con un texto impreso encima. La imagen de la izquierda muestra la sala de un museo, con visitantes observando los cuadros y esculturas expuestas y la de la derecha es la escena de una calle del barrio chino donde varios hombres están parados en las esquinas o en mitad de la calle, también observando. El texto reza: “La cuestión del gusto”. Ambas imágenes están tomadas desde arriba, en picado, y se les ha igualado la iluminación puntual, adquiriendo un aspecto muy similar entre ellas. Esa construcción visual, que se resuelve con imágenes apropiadas, es una alegoría muy adecuada a propósito de la construcción de la mirada, que es lo mismo que decir sobre la construcción de un imaginario social o una política concretos.
En esta doble página, el mosaico de imágenes traza un paralelismo entre la West Street de Nueva York, coronada por una iglesia agustiniana, y la avenida del Oeste de Valencia (hoy Barón de Cárcer) desde la perpendicular calle Xàtiva, en su intersección con la plaza de San Agustín, rematada asimismo por la iglesia de culto a este santo. El juego de similitudes entre ambas revela un extrañamiento: la ubicación de una avenida diseñada y ejecutada a medias sobre un barrio histórico que nada tiene que ver con su modelo neoyorquina. Ejemplo paradigmático de una arquitectura desubicada y ajena a su contexto, en este caso analizada con ironía y sentido del humor a partir de las herramientas tecnológicas de Google Maps.

la cuestión del gusto_b

Ignacio París (Valencia, 1963) compagina su labor artística con la realización de textos sobre políticas culturales y activismo. Es vicepresidente de AVVAC-Associació d’Artistes Visuals de València, Alacant i Castelló desde su creación en 2008. Su obra compagina dibujos de marcado carácter político, fotografías realizadas a partir del ensamblaje de imágenes apropiadas con otras originales, y vídeos donde la toma de secuencias ya existentes a partir de su nueva edición proponen otras lecturas del imaginario cultural colectivo.
Puede hallarse más información sobre su labor teórica y artística en: http://www.ignacioparis.org

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